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Rebeca Linke se sumerge en el bosque en una aventura fascinante, onírica, mística, que no es otra que la búsqueda de su propia identidad. En este camino, el despertar feminista explota en la comunión con los nombres de mujer que adopta, y en su liberación remueve la calma aldeana y enfrenta también a quienes la encuentran —aunque más no sea en sus fantasías— a sus propias construcciones identitarias y comunitarias. Para seguirla en este viaje es necesario dejar toda lógica y toda convención de lado. Una novela salvaje, con una profundidad poética que la hace inmune al paso del tiempo.

 

«Rebeca Linke cumple 30 años, se mira al espejo, se desnuda, se corta la cabeza, sangra, se desangra en realidad, entonces se la vuelve a colocar y toma un tapado, va a la estación de tren y se hunde en el bosque. Allí pierde su nombre pero gana otro cuerpo: el del deseo.»

Gabriela Borrelli


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Publicada inicialmente con seudónimo en 1950, La mujer desnuda causó un escándalo sin precedentes en el ámbito de la literatura uruguaya, no sólo por su audaz contenido sexual sino además por el misterio de la identidad del autor. La obra llegó al gran público recién en 1966, cuando Armonía Somers ya había publicado dos colecciones de cuentos, así como su segunda novela, De miedo en miedo. Escritora de inusual intensidad, su obra ha sido emparentada con la de los grandes narradores uruguayos del siglo XX, Juan Carlos Onetti. Felisberto Hernández y Mario Levrero, y con autoras como Clarice Lispector y Marosa di Giorgio.


Todo es insólito, ajeno, desconcertante, repulsivo y a la vez increíblemente fascinante en la obra narrativa más inusual que ha conocido la historia de nuestra literatura: los libros de Armonía Somers.

Ángel Rama, Marcha, Montevideo, 1963


Su obra ocupa un sitio más que marginal único. Sólo se la puede asociar, aun en ese entorno tan poco preciso de la literatura femenina, a islas o continentes orgullosamente idiosincráticos: los relatos de Clarice Lispector o de Djuna Barnes, o algunos de los textos de Marguerite Duras.

Elvio E. Gandolfo, Clarín, 1986

 

La mujer desnuda - Armonía Somers

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Rebeca Linke se sumerge en el bosque en una aventura fascinante, onírica, mística, que no es otra que la búsqueda de su propia identidad. En este camino, el despertar feminista explota en la comunión con los nombres de mujer que adopta, y en su liberación remueve la calma aldeana y enfrenta también a quienes la encuentran —aunque más no sea en sus fantasías— a sus propias construcciones identitarias y comunitarias. Para seguirla en este viaje es necesario dejar toda lógica y toda convención de lado. Una novela salvaje, con una profundidad poética que la hace inmune al paso del tiempo.

 

«Rebeca Linke cumple 30 años, se mira al espejo, se desnuda, se corta la cabeza, sangra, se desangra en realidad, entonces se la vuelve a colocar y toma un tapado, va a la estación de tren y se hunde en el bosque. Allí pierde su nombre pero gana otro cuerpo: el del deseo.»

Gabriela Borrelli


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Publicada inicialmente con seudónimo en 1950, La mujer desnuda causó un escándalo sin precedentes en el ámbito de la literatura uruguaya, no sólo por su audaz contenido sexual sino además por el misterio de la identidad del autor. La obra llegó al gran público recién en 1966, cuando Armonía Somers ya había publicado dos colecciones de cuentos, así como su segunda novela, De miedo en miedo. Escritora de inusual intensidad, su obra ha sido emparentada con la de los grandes narradores uruguayos del siglo XX, Juan Carlos Onetti. Felisberto Hernández y Mario Levrero, y con autoras como Clarice Lispector y Marosa di Giorgio.


Todo es insólito, ajeno, desconcertante, repulsivo y a la vez increíblemente fascinante en la obra narrativa más inusual que ha conocido la historia de nuestra literatura: los libros de Armonía Somers.

Ángel Rama, Marcha, Montevideo, 1963


Su obra ocupa un sitio más que marginal único. Sólo se la puede asociar, aun en ese entorno tan poco preciso de la literatura femenina, a islas o continentes orgullosamente idiosincráticos: los relatos de Clarice Lispector o de Djuna Barnes, o algunos de los textos de Marguerite Duras.

Elvio E. Gandolfo, Clarín, 1986

 

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