Como una red que logra atrapar los meandros de la cultura pop más contemporánea, Tarzán Boy va construyendo un texto en capas que desarma con sutileza los límites entre la narrativa y el ensayo, entre el documento y el collage poético. Desde el aprendizaje del cine de exploitation que se evoca con inmersión lúdica, Peter Pank inventa subgéneros en su hibridez, por eso el libro puede leerse como un videoclip literario del hit italo disco "Tarzan Boy" de Baltimora, como una reflexión sobre la cinefilia como forma de comunidad erótica, como un falso documental sobre la generación diezmada por la guerra de Malvinas y por el sida, como un collage que ensaya una crítica a la construcción de las identidades desde los márgenes de la cultura masiva, como una novela post-porno desde lo obsceno puede ser exhibir tanto el deseo como el dolor.

Performer, cineasta, dramaturgo, cantante y compositor, cineclubista, poeta y artista visual, Pank escribe desde y para la experiencia múltiple, capturando voces cruzadas, con el escalpelo en el tajo que la literatura pop latinoamericana de Manuel Puig supo fraguar, asumiendo el riesgo de que desde una filosa mirada camp se pueda mantener una lúcida dimensión política.